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El arte de pintar con vino

{ martes, 30 de diciembre de 2008 }



Y el vino tinto se convirtió en pintura. Una de las responsables de esa experiencia artística es la pintora Rufina Santana, que impartió el pasado mes en Tokio un singular taller.

Al vino le ha salido un nuevo maridaje. Además de estar unido a la gastronomía, la cosmética, la literatura o al enoturismo, los caldos se han aliado con el arte y, en concreto, con la pintura. Pero desde una óptica original, en vez de la temática predominante en algunos cuadros.
La artista canaria Rufina Santana, afincada en Lanzarote desde hace tres décadas, acaba de participar en el Instituto Cervantes de Tokio en una experiencia que ha mostrado a los japoneses un novedoso uso del zumo de uva fermentado. Invitada por la Fundación Arte y Gastronomía y el Instituto Cervantes, Rufina impartió a mediados del pasado mes de noviembre un taller pictórico a alumnos nipones estudiantes de español, cuya materia prima en vez de óleo era vino tinto.La actividad, denominada Palabras de vino, formó parte de la programación de la Semana Cultural que se desarrolló en Tokio con motivo de la inauguración del Cervantes en esa capital asiática, un acto al que acudieron los Reyes de España.
Se trató de una experiencia multisensorial, explicó la artista, en la que "aprovechando el sobrante de las copas de la catas, iba hablando a los asistentes al taller de la tradición grecolatina de esa bebida y les introducía en el arte de pintar con vino. El vino se tocaba, olía, se imaginaba...".
Para la iniciativa se utilizaron productos de Osborne

Galicia financia una investigación para la obtención de vinos dulces a partir de uvas congeladas y pasificadas

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El Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Valdeorras, con financiación de Medio Rural y el apoyo del EVEGA, pretende recuperar la tradición de la elaboración de sus vinos para diversificar su oferta y mejorar su imagen de marca con un producto de elevada calidad.

El vino tostado parte de elaboraciones muy especiales y limitadas, con el que se consigue un vino dulce muy apreciado y de alto valor en el mercado.

Las variedades con las que se decidió experimentar fueron dos, la blanca Godello, casta autóctona, emblemática de la denominación de origen Valdeorras, y la tinta Garnacha.

El primer paso fue el secado natural de la uva mediante pasificación. Los viticultores lo hacían antaño colgando los racimos. En el proyecto, se probó a secarlos en cajas al cubierto y a la sombra, al largo de dos meses, en un lugar cerrado y ventilado.

Una vez pasificada la uva se inició el prensado y luego la posterior fermentación. El proceso requiere, en todo momento, un cuidado exquisito. En principio, son descartadas todas las uvas que muestren señales de humedad o putrefacción, para evitar que dañen el resto, y es preciso además una vigilancia constante a lo largo de las varias semanas de pasificado para retirar aquellas que puedan dañarlo.

El proceso es, pues, cuidado para una producción siempre limitada. En este primero año de estudio el rendimiento en mosto, referido a la uva puesta a pasificar inicialmente fue del 20% en total. Está previsto que la fermentación, aún en curso hoy por hoy, final con una cantidad de azúcares residuales de 70 gramos por litro y un grado alcohólico superior a 13 grados. Una vez finalizada, el EVEGA realizará las pertinentes análisis para determinar la calidad del producto obtenido.


Vinos de uva congelada


De modo parejo, en el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Valdeorras van a llevar a cabo, por primera vez, un proceso novedoso en Galicia, la elaboración de vino dulce mediante la congelación parcial de la uva.

Las variedades con las que se va a experimentar sonido, de nuevo, el Godello y la Garnacha Tintorera. Conocidos y apreciados en el mercado son los “icewine” canadienses y alemanes, congelados al natural, en el propio viñedo, y con una tradición detrás de varios cientos de años. En este caso, y dado que las condiciones climáticas del país no permiten la congelación al natural, esta se hará en cámara, a -5 grados centígrados. Al congelarse en pequeños cristales el agua que la uva contiene, el mosto resultante es más concentrado y rico en azúcares, y se consigue aumentar en 1 o 1,5 grados el nivel de alcohol.

Durante el proceso experimental, la fermentación se detuvo de modo artificial en los 13-14 grados y con azúcares residuales comprendidos entre los 40 y los 70 gramos/litro.

El proyecto nace con la intención de aprovechar al máximo las posibilidades de la variedad autóctona Godello, al incidir en su versatilidad para ser aprovechada en diversos procesos de elaboración, así como potenciar también la variedad tinta Garnacha, foránea.